La guerra civil guatemalteca fue un conflicto armado que se saldó con la vida de más de 200.000 personas, 45.000 desapariciones y un sinfín de atrocidades -perpetradas principalmente por el ejército del país- las cuales, a día de hoy, aún retumban con fuerza en la memoria colectiva.
Los inicios del conflicto se remontan a los años 50, durante el gobierno de Jacobo Árbenz del Partido Acción Revolucionaria. Arbenz, buscando terminar con el expolio de las tierras de Guatemala a través de grandes empresas como la estadounidense United Fruit Company, promovió el Decreto 900. Una reforma agraria para regular los oligopolios, expropiar latifundios, terminar con los beneficios fiscales y, en definitiva, devolver la soberanía comercial a los campesinos locales.
Estados Unidos, siguiendo su estrategia habitual, instigó a la oposición y al ejército para dar un golpe de estado, hacerse con el poder y recuperar así el control de las tierras de la UFC. Un golpe que acabó perpetuándose dos años más tarde, en 1954, cuando el coronel Carlos Castillo Armas, apoyado por el ejército y financiado por la CIA, se hizo con el poder.
Así empezó una sangrienta guerra civil que se fue intensificando progresivamente alargándose 36 años y abriendo una brecha irreparable en el país centroamericano. Asesinatos, torturas, desapariciones y un genocidio que acabó con la vida de más de 40.000 personas -principalmente indígenas de la etnia Ixil, descendientes directos de los Maya- como resultado de un descontrol del ejército y el racismo hacia las comunidades indígenas. No fue hasta el año 1996 cuando se firmaron unos acuerdos de paz que, a día de hoy, siguen en la cuerda floja. A pesar de las promesas y los compromisos firmados en el tratado, las reparaciones a las víctimas no llegan y es que aún hay más de 45.000 desaparecidos, según Amnistía Internacional. Esta serie fotográfica se aproxima al día a día de las y los guatemaltecos y en cómo luchan por sobrevivir a un pasado aún muy latente en la sociedad.